La forma de saber-poder constituida por el examen es la que ha merecido un análisis más detallado por parte de Foucault. En ella se integran dos técnicas del poder disciplinario: la vigilancia jerárquica, que trata de someter las conductas a un régimen exhaustivo de visibilidad, y la sanción normalizadora, mecanismo de micropenalidad.
El examen es una observación rigurosa que clasifica, diferencia y sanciona. en él se cumple de modo ejemplar la unidad de la doble dimensión de instrumento de control y medio de extracción de conocimiento, de “sujeción” de los que son percibidos como objetos y objetivación de los que son sujetados. Este dispositivos de saber poder adquiere una importancia fundamental en el desarrollo del saber acerca del hombre, desde la medicina hasta la pedagogía.
En el dominio hospitalario, la práctica del examen vinculada a otras medidas disciplinarias, contribuirá al desbloqueo epistemológico de la medicina. el hospital se convertirá así en un lugar de formación y transmisión de conocimientos.
La escuela, por su parte, deviene también aparato de examen permanente, instancia de clasificación positiva, de control de la transmisión fiel de un saber, y también medio de extracción de conocimientos.
El examen pone en marcha tres procedimientos:
1.-Invierte la economía de la visibilidad en el ejercicio del poder: somete a un dominio de visibilidad a aquellos sobre los que se ejerce, como ocurre en el Panóptico de Bentham, los sujetos son observados por alguien no observable.
2.-Hace entrar la individualidad en un campo documental. Hay aquí que prestar atención a todas esas pequeñas técnicas que se desarrollan en diferentes instituciones de registro, archivo, transcripción de documentos, redacción de informes, sistemas de clasificación…, porque no sólo constituyen para Foucault un medio cada vez más perfeccionado de organización administrativa, sino que su relación con el saber tiene un tremendo alcance porque permite que la individualidad ingrese en un campo de conocimiento, que el umbral de la ciencia se abra a la captación de lo singular: “problema de la entrada del individuo ( y no ya de la especie) en el campo del saber; (…) A esta simple cuestión de hecho corresponde sin duda una respuesta sin gloria: es preciso mirar del lado de los mecanismos de examen, del lado de la formación de los dispositivos de la disciplina, y de la formación de un nuevo tipo de poder sobre los cuerpos. ¿El nacimiento de la ciencias del hombre? Hay que buscarlo verdaderamente en estos archivos de poca gloria donde se ha elaborado el moderno juego de las coerciones sobre los cuerpos, los gestos, los comportamientos” [1]
3.-El examen hace de cada individuo un caso. Procedimiento detallado, minucioso de registro de la individualidad, el examen tiene vocación de universalidad, se dirige a todos y cada uno. Establece diferencias, jerarquiza, otorga rangos, es cierto, pero haciendo pasar por su tamiz la pluralidad. El objeto de examen es “cualquiera”, y su objetivo es servir como documento para una utilización eventual.
Otros aspectos pasan a integrarse en un nuevo desarrollo en relación con el estudio de los sistemas disciplinares: la mirada, el espacio, las técnicas de registro de los comportamientos, el trabajo). Las disciplinas son entendidas como medios fundamentales en la configuración de los individuos, a través de la minuciosa programación de sus movimientos, de su disposición en el espacio, regulación en el tiempo, sometimiento a una perfecta visibilidad, imposición de un orden normalizante. Pieza clave en estos sistemas es, como ya hemos señalado, el examen, en el que confluyen todos aquellos elementos (sanción normalizadora, vigilancia, técnicas de registro, documentación), que hacen de cada individuo un caso del que extraer una información y al que fijar un modelo de conducta. En cuanto que asegura la eficacia de los demás resortes disciplinarios, este mecanismo de saber-poder cobra una gran importancia en la fabricación de la individualidad.
Foucault tratará de explicar aquí la constitución del alma desde el cuerpo. Así, “El sujeto psicológico nace en el punto de reencuentro del poder y el cuerpo: es el efecto de una cierta física política”. De modo paralelo pasa a buscar, contra Bergson, pero también contra Sartre, la explicación de ese constructo que es el sujeto en las formas de espacialidad y no en la temporalidad, ni en el ámbito simbólico o el de la comunicación.[2]. Los procesos de sujección son debidos a un poder que no actúa a través de los signos, del falseamiento de las conciencias, sino fundamentalmente de la modelación de los cuerpos (anatomía política. De ahí la atención continuada por parte de Foucault a la cuestión de la visibilidad, que llega a erigir el panoptismo en diagrama característico del poder moderno.
[2] El abandono por parte de Foucault del modelo de la temporalidad de la conciencia tiene como contrapartida la adquisición de una gran importancia teórico-práctica del concepto de espacio. Para él este ha sido descalificado en la filosofía moderna. Es a partir del siglo XVIII cuando comienza a desarrollarse una tecnología política del espacio. será el siglo XX “la época del espacio”, porque en él “el mundo se experimenta menos como una gran vida que se desarrollaría a través del tiempo, que como una red que teje sus puntos y que entrecruza su madeja” (En “Des espaces autres” 1967). Pero el espacio de Foucault no es el espacio geométrico de la física, sino que es hetrogéneo, polimorfo, está “afuera”, es emplazamiento, y en ese sentido está atravesado por el tiempo.